Un hombre, va al casino para gastarse todo el dinero que
tiene, después de una dura semana.
Al parecer, es su día de suerte, porque comienza la noche
conociendo a una preciosa chica que lo conduce a una mesa para que juegue. El
hombre, se deja llevar por la belleza de esta y lanza los dados.
Durante un segundo, se para el tiempo; y por su mente
recorren imágenes de toda su vida: Sus primeros recuerdos en la escuela, ese
día especial en el que ganaron una copa, su primera novia, la decepción que se
llevó al repetir curso, el día de su graduación, esa noche loca que pasó junto
a sus amigos, el día de su boda y por último, una imagen de su mujer. Ese
segundo se detiene, y su mente vuelve a el lugar donde estaba, al casino.
Escucha gritos en la sala:
-¡Ha ganado un millón!
-¡Ha ganado un millón!
El hombre mira a la mujer y ve a otra persona completamente
diferente, no era la preciosa chica de la entrada, es decir, no era su mujer.
En ese momento, no siente que haya ganado un millón de dólares,
sino que ha perdido un millón de sonrisas, que ha perdido a su mujer.
Al día siguiente, la mujer del casino va a casa del hombre y
se lo encuentra muerto. Junto a él, una nota en la que ponía: No dejaré de
luchar por ese amor, no importa que todas las batallas las pierda y vaya
perdiendo partes de mi corazón; lucharé por ese amor hasta el final; porque el
verdadero amor no tiene final feliz, simplemente no tiene final.